Pádel: todos creen saber más que todos

El pádel es un deporte muy joven. Hay pocas publicaciones científicas y un auge de personas que se quieren dedicar profesionalmente. Desde jugadores hasta entrenadores, pasando por creadores de contenido, nuevos circuitos de competición, influencers y un largo etcétera. Todos quieren su parte del pastel. TODOS.

De ahí que prácticamente todo se discuta. Desde las metodologías de entrenamiento hasta las maneras de comunicar de un entrenador. En los tiempos postmodernos que vivimos creemos que tenemos derecho a criticar y cuestionar todo. En los últimos meses he visto mucha crítica, mucho debate y mucho ego en general. Demasiado ego.

Y en redes sociales... más de lo mismo: "yo creo que...". "es mejor hacer esto...", "debería mejorar tal...", etc., etc., etc.

El pádel goza de muy buena salud, cada vez hay más aficionados e incluso llegamos a una saturación de competiciones. Todos los fines de semana hay algo en lo que jugar: desde el torneo Longanizas Pepito hasta torneos federados. La oferta es muy amplia. Tantos jugadores significan muchas miradas puestas en aquellos que se dedican profesionalmente a esto. Esta gente no tolera el fallo, esta gente no admite equivocaciones. Todos se sienten con el derecho a opinar y decir cómo hacer el trabajo de los demás. Pero sí, todos nos equivocamos. Y más si el volumen de gente a gestionar es elevado.

Combinar muchas horas de pista más gestión satura. Hay que cumplir como trabajador, como marido, como hombre de casa, como deportista, como gestor de marca, como amigo y también como jugador (y porque no soy padre aún, pero sí dueño de una perrita maravillosa, un gatito muy suave, un jerbo y además tengo un huerto que cuidar). Si solo fuera trabajar, el fallo no existiría. Pero la vida no va sólo de trabajar. También hay vida más allá del trabajo y compaginar eso cuesta mucho.

Me fascina lo que hago e intento tomarme las críticas como una forma de aprender. He trabajado en clubes donde las cosas que funcionan no funcionan en otros. Quizás es lo más doloroso, ver que tus hábitos laborales cambian según el lugar. Hay que adaptarse, aunque sea a golpes y a críticas.

En definitiva, me gusta tener una mente abierta porque es sinónimo de aprendizaje constante. Una mente cerrada, pienso, está abocada al aislamiento.